Por las riberas del Gállicum, por José Antonio Labordeta

Río Gállego, Zuera


¿Se podía calificar de otra manera a un río que nace en las orillas fronterizas de las Galias, y a borbotones, desciende con una valentía y con una alegría desmedida, hasta el padre Ebro?
Desde su nacimiento a orillas de las tierras de Formigal, hasta su desembocadura en el gran río, me lo he recorrido. Verlo una y otra vez, en invierno, en verano, cuando los deshielos lo empujan a raudales hacia el sur, es siempre un espectáculo emocionante y supongo, que a orillas de Zuera, Odón de Buen soñaría con seguir esas aguas y llegar hasta donde los mares se abrirían a su conocimiento.
Hace años con un buen amigo, Alfredo Castellón, realizador de TVE, hacíamos un programa para la serie Esta es mi tierra, y la basábamos en una especie de leyenda titulándola; “Aragón, dos ríos”. Nos referíamos al Subordán y al Candanchú”.
Él, que era un enamorado del Gállego, no aceptaba que el maravilloso espectáculo del río rompiendo los Mallos de Riglos, no saliese en el documental, y salió. Como salió toda la llanada de aguas que fructifican al llegar a esas zonas que el sociólogo Enrique Grilló, que nos acompañaba en la grabación, subidos en un viejo automotor Fiat que ascendía hasta Canfranc, califico como “la gran Republica del panizo”.
Muchas veces he recorrido ese tramo del río y allí hay algo que siempre me emociona: La Cartuja del Aula Dei.
Desde niño, desde que el colegio nos llevaba en viejos autobuses a verla, siempre he sentido una emoción especial y supongo que Odón la visitaría y se emocionaría con los cuadros de Goya en la sacristía.
En una tierra donde el agua es un don, la comarca del Bajo Gállego, es una privilegiada y cuando atravieso la carretera por San Mateo, esa acequia llena de agua me da una enorme alegría. Vengo de una familia que salió de Lamolda y acabo en Belchite. Es decir, del secano mas duro al secano con pedigrí.
El caso de Odón es un gran milagro de la imaginación y la voluntad de llegar a conocer lo que mas alejado se encuentra de su raíz, de su tierra. Igual que el gran oceanógrafo Martín Cortés, de los desiertos monegrinos de Bujaraloz, los dos ponen ese amor por la mar que los de secano sentimos por llegar hasta ella, unas veces para huir y otras llenarla con nuestros conocimientos.
Ahora la desembocadura del río, con esto de la Expo, esta muy bien. Sería una pena que la desidia volviese a olvidarnos de este heroico río que orilla Zuera, donde nuestro hombre, seguro, lo vio pasar y abre brechas en los Pirineos y alimenta una de las más ricas huertas aragonesas.
Como buen español, murió en el exilio y hasta la democracia no enraizó con sus grandes hijos, descanso en las tierras americanas que le dieron cobijo. Nuestro hombre ha vuelto y con él una de las mejores mentes de esta tierra. Feliz regreso y que descanse en paz.

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